Tesoros culinarios: Descubriendo el encanto de Octubre 29 Gastrobar

¡Qué suerte cuando uno tiene la oportunidad de descubrir un nuevo restaurante y realmente comprobar que vale la pena ir, regresar y recomendarlo! 

Eso es exactamente lo que me pasó cuando visité, gracias a una gentil invitación, el restaurante Octubre 29 Gastrobar, que se encuentra en San Ramón, al oeste del área metropolitana.

La propuesta del lugar es de esencia italiana; sin embargo, va mucho más allá de eso, y la clave para lograrlo es su cocinero. Y cuando digo cocinero, me refiero a Eduardo Andrade, nacido en Portugal, quien tiene experiencia estudiando y cocinando en más de 30 países. 

El restaurante tiene una decoración de muy buen gusto, la atención es buena y, a pesar de que Eduardo es el único en la cocina, los tiempos de llegada de cada uno de los platos ordenados a la mesa son bastante buenos. 

Además, la cantidad de gente que vimos entrar y salir durante las dos horas que estuvimos allí nos indica que otras personas piensan como nosotros.

El restaurante se encuentra en el corazón del cantón de San Ramón, en Alajuela, específicamente en la dirección contigua a Buggys Patriarca. Abre todos los días entre semana a las cinco de la tarde y los sábados y domingos desde las 11 a.m., para ofrecer un brunch.

Dejamos en manos del responsable del restaurante la selección de los platos que probamos, y debo decir que todos tenían un sabor realmente delicioso. Queríamos que nos recomendaran esas opciones que toda persona que visita Octubre 29 Gastrobar por primera vez debería pedir y, si es posible, compartir.

Primero, probamos unos hongos rellenos de camarón, una cazuela con una salsa napolitana a base de tomate fresco, champiñones, hongos y un queso ligeramente picante, que en realidad no es muy picante y se disfruta. 

Los camarones estaban salteados al ajillo junto con tomate cherry, todo preparado en un fondo de camarón y vino blanco. Se acompañaba con pan de la casa. Solo ver este plato ya era un deleite, pero realmente probarlo fue comprobar lo que el cocinero nos dijo: todo es fresco y tiene su sabor. 

Cuando se prueba un camarón con esa salsa, se nota que es una salsa de tomate natural, y el queso se destaca por su calidad. El precio de este plato es de ¢6.800.

Luego, probamos el carpaccio, una opción que suele estar presente en los menús de buenos restaurantes de comida italiana. 

En este caso, el maestro cocinero quiso que probáramos dos versiones diferentes. Primero, la versión carpaccio del lomo, que es muy italiano. Debo admitir que no estaba seguro de probarlo, ya que hay que recordar que es carne cruda. 

Sin embargo, uno debe estar dispuesto a probar cosas nuevas y experimentar, ya que se puedn llevar sorpresas importantes. El carpaccio consiste en finas láminas de lomo de res aderezadas con aceite de oliva extra virgen, auténtico queso parmesano italiano y rúcula.

Debo decir que me sorprendí a mí mismo porque tenía un sabor bastante agradable, la podría comparar con el jamón cocido en principio. El precio es de ¢6.950.

El otro carpaccio que probamos es otro clásico: el carpaccio de salmón. Viene acompañado de rebanadas de pan de la casa y se prepara con aceite de oliva extra virgen, que se esparce por todo el plato, alcaparras, sal y pimienta al gusto. 

Solo con estos ingredientes, ofrece un sabor que verdaderamente disfruto cada vez que tengo la oportunidad de probarlo. El precio es de ¢6.800 colones.

Hay algo en este carpaccio de salmón que lo hace muy especial. Realmente me cuesta explicarlo con palabras, pero hay algún ingrediente particular que le añade Andrade, que le aporta una grasa ligera y un sabor muy bueno.

Platos fuertes

El refrán popular dice que si por la víspera se saca el día…, y eso me recordó que si estas tres entradas estuvieron muy bien, estaba seguro de que lo que venía por delante, los platos fuertes, tendrían que estar igualmente a la altura. 

Además, este experto cocinero europeo eligió tres platos con los que hasta el día de hoy sigo deleitándome al recordarlos.

Eduardo Andrade comentó en una entrevista (pueden verla completa en el video que acompaña esta reseña) que su gastronomía favorita era la italiana y que él no prepararía nada para los comensales que no estuviera lo suficientemente apetitoso como para que él mismo se lo comiera. 

Y así fue como nos hizo llegar unos canelones artesanales, un clásico de la cocina italiana. Específicamente nos mencionó la región de Emilia Romaña, donde en su caso los prepara con cuatro quesos, pasta hecha en el restaurante y una deliciosa salsa de tomate natural. 

Para rematar, queso parmesano tradicional italiano. Este plato, antes de llegar a la mesa, pasa por el horno, lo que le da un sabor adicional muy agradable porque el queso se empieza a fundir con la salsa.

El plato trae dos rebanadas de pan de la casa, y les aseguro que no hay quien se resista a tomar este pan y remojarlo en la deliciosa salsita de estos canelones. También hay una opción de estos mismos canelones preparados con salsa boloñesa. El precio es de ¢8.500.

El segundo plato fuerte, creo que se trata de un plato especial del chef, porque no está en el menú. Me dijeron que es un raviolón, es decir, un raviol bastante grande. Como pueden ver en la foto, así es. 

Ravioles grandes hechos en el restaurante, rellenos de queso y preparados con una salsa con camarones, acompañados, como no podía ser de otra manera, con ralladura de queso parmesano italiano. 

Este plato, para mi gusto, merece ser recomendado. Lo primero, y lo pueden ver ustedes en la foto, se ve hermoso. Y de verdad, todo entra por la vista. Segundo, la pasta. El sabor de los ravioles en sí mismos tiene un buen sabor. 

Se nota que quien los hizo tiene mucha experiencia preparándolos frescos. Tercero, el relleno. Están bien rellenos, digo esto porque en otros lugares me ha pasado que me encuentro con ravioles que uno realmente quisiera que tuvieran mayor cantidad de relleno. 

Estos ramonenses eran bastante grandes, igual el relleno era generoso. Y por último, esa salsa con camarones. La salsa tenía muy buen sabor. Sabe a ese camarón rico y fresco que uno disfruta en cada bocado. 

El precio de este raviolón o ravioles grandes se los quedó debiendo, pero les puedo decir que en el menú, los platos fuertes rondan entre los ¢6.950 y los ¢11.900. Así que estoy seguro de que debe estar en ese rango, y créanme, valen la pena.

Para este punto, ya habíamos disfrutado de esos sabores de Italia de los que Eduardo Andrade nos habló en una entrevista previa. Y después, con la cuchara, nos mostró que así era. Pero aún tenía preparado algo más. 

Una chuleta de cerdo en una salsa de mora, servida sobre unos champiñones en una salsa cremosa, junto a piña asada y papas. 

Si usted prueba la chuleta, probablemente dirá que tiene buen sabor, pero cuando le añades esa salsa de mora, la chuleta pasa de ser una buena chuleta a convertirse en un plato verdaderamente exquisito. 

Ofrece sabores muy contrastantes, ligeramente dulce, algo cítrico y salado. Es verdaderamente un placer para el paladar probar este plato. Particularmente, si no les gusta la pasta, les recomiendo que pidan este plato. 

De verdad, tengan la oportunidad de primero probar la chuleta sin la salsa de mora y después con la salsa, y verán cómo este ingrediente, esta salsa, realza el sabor y lo potencia, sin llegar a ser, como me ha pasado en algunos restaurantes, una salsa muy dulce que, en vez de aportar, le resta al plato.

Postre

Aunque estábamos bastante llenos, es difícil decirle que no a un postre. ¿Cómo uno se va a negar a un postre cuando son hechos en el lugar con el mismo cariño y con la misma calidad de ingredientes que la comida? 

La selección para este cierre, acompañado de un muy buen café costarricense, fue un pie de pecanas con helado de vainilla. Sencillamente, el postre está a la altura de la comida. Otras opciones que tienes en el lugar son tiramisú, pie de limón y panna cotta.

Como siempre lo he dicho, yo no soy un crítico gastronómico. Por eso, nosotros no le otorgamos puntos o estrellas a la comida que probamos. Sin embargo, tengo que reconocer que nada de lo que probamos tiene algo que uno le pudiera reprochar o decir que no estuvo bien. 

Tal vez usted podría decir: “Claro, como los invitaron, todo salió perfecto”. Si yo estuviera en su lugar, también lo pensaría. Pero ver a toda la gente que estaba comiendo en el lugar, feliz, las personas que pasaron a llevarse una pizza y el placer con el que se ve al cocinero Eduardo Andrade preparar todo me hace creer que mi experiencia es la de casi todo el mundo.

Si usted se encuentra en el occidente, en la zona entre Grecia y San Ramón, es probable que conozca este restaurante. Si no lo conoce, está invitado a hacerlo. 

Para aquellos que vivimos de La Garita hacia el este, esta es una muy buena opción para salir a comer en un fin de semana, en esos viajes donde uno busca un poco de esparcimiento, disfruta de una buena comida y en un par de horas está de regreso en su casa, en el tradicional paseo dominical.

Las manos que cocinan

Eduardo Andrade se merece unas palabras solo para él. Es admirable, incluso uno duda cuando le cuentan que él solo, sin ayuda de nadie más, pueda sacar adelante esa cocina y el horno de pizza, ya que el restaurante tiene bastantes mesas. 

Aún así, él logra sacar la faena. Viene de una familia de cocineros, donde sus padres, ambos, y su hermano también son cocineros. 

Él sabe que el secreto, o al menos uno de los secretos, de una buena cocina es mantener siempre productos frescos. Por eso, no se permite usar productos de días anteriores, sino que todo lo prepara al día. 

Es dueño de un alma nómada. No por nada viajó desde su natal Portugal a Italia, Alemania, España y muchos otros países, donde por un lado aprendió de la gastronomía y por otro lado disfrutó y se impregnó de esas culturas.

Eduardo no disfruta que le digan chef. Sabe que es irremediable porque es un término muy general. Sin embargo, se considera a sí mismo como cocinero, como una persona que sabe cómo, con muy pocos ingredientes, preparar diversos platos. 

Además, gracias a esa experiencia que tiene, puede impregnar su propia visión en cada preparación que hace. Aunque en el restaurante los platos son de esencia italiana, llevan un poco de los secretos de la cocina turca, española, peruana, brasileña y algunas otras. 

Quizás sean pequeños detalles que pasan desapercibidos, pero que terminan por complementar el sabor del platillo y hacerlo único, algo que solo se encuentra en el restaurante donde él esté cocinando.

Hace algunos años, decidió establecerse en Costa Rica, y bueno, su esposa y su familia fueron una razón de peso para hacer de este su hogar. 

Él disfruta y le saca mucho provecho a los frutos abundantes de esta tierra. Tiene la consigna de que cada persona que ingrese al restaurante Octubre 29 Gastrobar salga satisfecha y contenta con lo que probó. 

Y si no es así, él está dispuesto a encontrar la forma de complacer a los clientes para que queden satisfechos.

Estoy seguro de que el éxito del lugar, en buena parte, se debe a esa pasión con la que cocina. He visto esto repetido en otros lugares. 

Cuando en la cocina hay alguien que tiene un corazón dedicado a lo que hace y más que un trabajo, se convierte en una pasión, el resultado solo puede ser uno: buen sabor y clientes contentos.

En redes sociales, los encuentran como Octubre 29 Gastrobar. El teléfono es 2445-8282. Y si no conocen San Ramón, como yo, solo tienen que buscarlo en Waze como Octubre 29 Gastrobar, y la app se encarga del resto.