Los restaurantes coreanos están en crecimiento y eso me alegra. Hay cada vez más opciones a las que acudir. Particularmente, la gastronomía asiática me gusta mucho, por lo que visitar Gogi Korean BBQ me llamó la atención.
Este restaurante se encuentra en Central Market, en Curridabat. Fuimos un domingo al almuerzo, por lo que sabíamos de antemano que había que tener un poco más de paciencia de lo habitual.
Es cierto que muchos de los que van al restaurante lo hacen con el deseo de probar la parrilla coreana, que consiste en una plancha muy caliente colocada en el centro de algunas mesas. En ocasiones se calienta con carbón o con quemadores de gas.
Sin embargo, nuestra visita fue distinta. Queríamos saber qué otras opciones ofrecía, así que empezamos con una entrada de Hemul Jun, una tortilla de harina mezclada con calamares, zanahoria, cebolla, cebollino y zucchini (¢6.900).
Si te gusta la cebolla y el calamar, puede ser una opción a considerar. Yo no la probé porque no me gusta la cebolla, pero a mi esposa, que sí la probó, le gustó, excepto la textura del calamar, que le pareció muy dura. No significa que estuviera mal, solo que no fue de su agrado.
Pollo
Es imposible no notar el plato llamado KFC, que no es más que Korean Fried Chicken. El estilo coreano es muy crujiente, con distintas opciones de salsas, lo que lo ha hecho famoso más allá de sus fronteras.
El plato cuesta ¢6.900 y consiste en trozos de pechuga de pollo fritos. Se puede elegir entre la salsa Korean Spicy BBQ y Sweet Soy; nosotros pedimos la última.
La porción es buena, por lo que, aunque se trate de una entrada, puede considerarse un plato fuerte si antes se compartió una entrada.
El pollo estaba bien cocido, y la salsa era muy agradable, con ese toque dulce y de soya. Sin embargo, en cuanto a la promesa de ser crujiente, no cumplió, lo cual es precisamente lo que caracteriza al auténtico KFC.
Carne a la piedra
Como plato fuerte más tradicional, pedimos el Dolsot Bibimbap. Lo particular de esta opción es que la comida se sirve en un bowl o tazón hecho de piedra, que llega muy caliente a la mesa, metido parcialmente en una caja de madera para evitar quemaduras.
Dentro del bowl, se sirve arroz blanco acompañado de vegetales como zanahoria, frijol nacido, zucchini y repollo. Luego, se elige un acompañamiento principal, que puede ser carne de res sazonada al estilo coreano, pollo teriyaki o tofu, y se corona con un huevo frito.
Yo opté por el bulgogi bibimbap, que no es más que tiritas de res sazonadas al estilo coreano (¢9.600).
Desde que llega el plato, el aroma a esa combinación de salado, dulce y ácido, típica de la cocina asiática, es delicioso. La porción es generosa y se disfruta cada bocado.
La combinación del arroz con la carne es muy agradable, y los vegetales aportan texturas diferentes. Al final, cuando queda poco en el bowl, es difícil comer porque el arroz no es del tipo glutinoso (y, si lo era, en este punto ya no tiene esa característica). Además, no se puede acercar el tazón a la boca, como en algunos platos asiáticos, porque está muy caliente y es pesado.
Conclusión
La comida es rica, y es valioso que, además de la barbacoa coreana, tengan otras opciones para quienes buscan probar algo distinto.
Los precios son los que son; no me parecen baratos, pero tampoco carísimos. Sabemos que en este país todo está por las nubes (comentario de viejito).
A mi juicio, lo que no está bien en el restaurante son los tiempos de espera; tardan mucho en traer cada orden a la mesa. Además, el servicio es desordenado. Por ejemplo, pedimos las bebidas al llegar y la comida llegó primero.
Es un excelente proyecto, ojalá logren mejorar el pésimo tiempo de espera y el caótico servicio. Las caras largas de otros comensales sugieren que no solo yo pensaba lo mismo.
Le pregunté a un salonero si ese día había pasado algo inusual, como un cocinero que no llegó, algo que explicara los tiempos y el desorden, pero me dijo que no, que siempre es así.
El horario no aparece en su Instagram @gogi.cr, pero asumimos que abren todos los días en horario de almuerzo y cena.