A veces uno desayuna por hambre, otras por antojo… y a veces por contenido. Esta vez, el desayuno fue una excusa perfecta para comparar dos lugares que representan dos formas distintas de servir la primera comida del día. Uno de pueblo, sencillo, tradicional. Otro moderno, de esos con decoración pensada para Instagram y carta amplia con café en todas sus variables. Ni mejor ni peor, solo distintos. Y eso ya es suficiente para una buena conversación (y una entrada en el blog).
Primera parada: Soda Leyenda en San Rafael de Heredia
Este lugar es, literal, el patio de una casa. Con mesas rústicas, manteles estampados, y un ambiente donde se respira sencillez. El menú está escrito a mano, y no hay mayor complicación: lo que hay, se sirve. Café negro o con leche, nada de capuccinos ni métodos. Y los platos son un homenaje a la comida tica sin pretensiones.
Pedimos una empanada de queso, una chorreada, un gallito de chorizo y una tortilla palmeada con queso. Todo preparado con lo básico, pero con buena mano. El chorizo bien cocinado, la chorreada con ese sabor a maíz que uno espera, y la empanada hecha en casa, sin envoltorio plástico ni apuro. Es un desayuno para sentarse, oír las conversaciones ajenas y sentirse como en la casa de la abuela. Todo eso a precios que todavía no duelen, y con atención amable, aunque no necesariamente rápida.
Segunda parada: Black Bird Art and Coffee en Santa Ana
Aquí ya es otra historia. Un restaurante moderno, amplio, con terraza, luz natural, y decoración con intención. El menú es amplio y ofrece desde shakshuka hasta tostadas francesas, y una lista larga de cafés.
Pedimos un unos huevos divorciados, tortilla, frijoles y dos huevos bañados en salsa verde y ranchera Ademas de unos tacos de desayuno, huevos revueltos con queso y tocineta, tres tacos y una salsa ranchera.
Conclusión
No es que uno sea mejor que el otro. Son experiencias distintas. En uno desayunás con la señora que cocina a la par y te saluda. En el otro, el barista lleva tatuajes, y la carta tiene descripciones largas. En uno desayunás con la radio puesta de fondo. En el otro, con música suave y la opción de leche de avena.
A mí me gustan los dos. Depende del día, del ánimo y del bolsillo. Porque desayunar en Costa Rica puede ser tan simple como una tortilla con queso o tan elaborado como un shakshuka con espinaca baby.
Lo importante es que, si hay café y algo que contarte, el desayuno siempre vale la pena.