Como esposo en más de una ocasión tengo la responsabilidad de planear dónde llevar a almorzar a mi esposa un domingo, que sea rico y que además sea como un paseo. Y que además sea algo que ella quiera ese día.
Con tan seria misión fue como navegando descubrí en Internet el restaurante Lauráceas, que pertenece a un hotel del mismo nombre al lado del río Savegre, en el hermoso pueblo rural de San Gerardo de Dota.
En las fotos de redes sociales todo se veía muy bien. En reseñas tenía comentarios principalmente positivos, algunos no tanto. Así que llegado el día fuimos hasta el lugar.
Lo que encontramos me gustó mucho; un restaurante donde el uso de la madera transmite calidez, un menú donde se nota que le pusieron esfuerzo para que tenga diversidad y una atención cálida, amena de las 3 personas que a lo largo de la visita nos recomendaron opciones de platos, postres o incluso aclararon algunas dudas turísticas que tuvimos.
Croquetas de entrada
De las siete entradas del menú la que más atractiva nos sonó fue las croquetas de plátano acompañadas de una salsa de chile morrón.
Una pausa para contarte, en caso que no lo sepás, que una croqueta tiene un origen español y es básicamente en hacer una masa con alguna verdura, pescado, etc y luego se cocina frita empanizada (yo sé que el término es rebozada, pero creo que es más común decir empanizar) que se come casi que en uno o dos mordiscos.
Por ¢3.800 impuestos incluidos (i.i.) nos llegó a la mesa cuatro croquetas servidas sobre una cama de aguacate, con trozos de tomate, cebolla morada y alrededor la salsa de chile morrón que promete el menú.
Lo primero, son elaboradas con plátano verde. Aclaro esto porque por alguna razón mi esposa asumió que eran hechas con maduros.
Como porción para compartir entre dos personas y esperar que lleguen los platos fuertes son adecuadas, esto porque tienen buen tamaño. Diría que son del diámetro de una torta de carne congelada preformada.
El rebozado o empanizado era aún crocante sin llegar a estar con demasiado aceite o sobre cocinado. El interior tenía un buen punto de sal y al combinarlo con el guacamole y el tomate se lograba esa mezcla de salado, ácido, textura suave que junta se disfruta en el paladar.
Eso sí, estoy seguro que no todo el mundo será fan de esta croqueta o en general de las croquetas, porque hay que acostumbrarse a esa textura interna que a algunos les recordará a lo que queda al final de los finales de la olla de carne cuando los vegetales se vuelven casi un puré, pero que además sea empanizado.
Plato fuerte
Un detalle muy interesante del restaurante es el uso de productos locales. Aguacates, café, melocotones y truchas que se producen en la zona están en todo el menú.
Esa filosofía nos llevó a elegir los tacos de trucha, ¢7.400 i.i. Cuatro tacos sobre una tortilla de maiz amarillo, cada uno con un trozo generoso de trucha arcoiris empanizada y frita, sobre estos una ensalada de repollo con lechuga, una salsa de la casa y una mayonesa de aguacate.
La relación entre el precio y el producto entregado era muy buena. Usted siente que vale la pena pagar ese monto versus la cantidad que se le entrega.
Al primer mordisco los sabores aparecen en capas, me explico: Usted primero siente el sabor de la tortilla, luego se siente ese empanizado en un buen punto, llega la trucha con su sabor característico y luego la ensalada que crea un contraste y da una ligera crocancia en cada mordisco.
Me gustó porque es un taco donde la trucha y su sabor característico no se opaca por un aderezo muy intenso. En estos tacos el gusto de la trucha permanece.
No todo es perfecto, sufre lo que otros tacos también adolecen y es que la tortilla termina por partirse en medio del camino a ser disfrutado por el comensal. Desde luego es un detalle menor en temas de sabor, aunque se puede terminar con un poco de caos entre las manos.
El filete de trucha arcoiris fue la segunda selección, ¢8.100 i.i. Se cocina a la plancha, puede ser frita tal cual o se la pueden rebozar o empanizar (la recomiendo sin el empanizado) y una vez lista la sirven sobre una cama de puré de camote y se acompaña con vegetales salteados.
El menú detalla que se baña en una salsa de uchuva, y eso me preocupaba porque no quería que resultara ni algo ácido que opaque el plato principal o tan dulce que parezca una jalea. Para mi buena suerte mis temores no se cumplieron.
Perdón si parezco político en campaña, repitiendo lo mismo una y otra vez, pero en verdad llegué a pensar que tendría que aflojarme el broche del pantalón para terminar con el platillo.
La porción es de verdad el doble de lo que esperaba o uno pensaría que es lo normal. No hay forma de que no te sorprenda esa buena cantidad. Gracias Lauráceas por pensar en los comelones sin que eso cueste un ojo de la cara.
La trucha estaba en un punto de cocción que me parece ideal, bien cocido pero sin que llegue a estar seca. La piel ligeramente crocante, y la salsa era ligeramente previsible, apenas le otorgaba unas ligeras notas cítricas. El punto de sal es igualmente ideal.
Los vegetales eran una combinación sencilla, zanahoria, elote baby, zucchini y vainica baby, lo bueno es que estaban aún crocantes. Eso te da una sensación agradable en el paladar y su dulzor natural, como de la zanahoria, contrasta con lo salado.
En el fondo el puré de camote, me habría encantado más de papa y ligeramente salada, para que contrastara con el pescado. Pero eso señores, es otro detalle menor, que no cambia en nada la experiencia.
Postre
Dudamos si pedir o no postre. Hasta que nos comentaron que tenían un helado de aguacate, obvio hecho con aguacates locales, que se servía con frutas de temporada como uchuva y fresas, con un topping de caramelo y bellamente decorado. Fueron cuatro esferas de helado, todo por ¢3.000 i.i.
Pensé que sabría más a aguacate, no sé si el que el sabor de este fruto no estuviese tan presente sea bueno o malo (juzgue usted). el caramelo combinaba bien y yo lo recomendaría probar sin duda, para vivir la experiencia.
Por cierto, el único detalle que me llamó la atención es que al comerlo e irse derritiendo en la boca me quedaba la sensación de que junto con el helado habían pequeños cristales de agua.
El viaje
Ir a Lauráceas es todo un paseo. A mi me tomó manejar casi por dos horas entre Heredia y San Gerardo de Dota. La experiencia bien lo vale.
El camino desde la Interamericana sur hasta el pueblo está en buenas condiciones en su mayoría. No se requiere un vehículo alto, tipo SUV o doble tracción. Casi todo el trayecto está asfaltado.
La mejor forma de llegar es usar Waze. Ellos abren todos los días, porque son parte de un hotel. Si tienen dudas pueden llamarlos al 2740-1006, escribirles al Whatsapp 8804-4130 o buscarlos en redes sociales como @lauraceas en Facebook o @lauraceaslodge en Instagram
Por cierto, nunca está de más, esta entrada del blog no es patrocinada. Es puro contenido propio del que hacemos cuando vamos y pagamos como todo cliente.
Por cierto, si se preguntan qué es una laurácea, pues son plantas. Son una familia tan grande que incluye por ejemplo a los árboles de aguacate.