La ruta fácil para hablar de este tema sería decir que la cocina de un hotel todo incluido favorece la cantidad por encima de la calidad. Por eso, empiezo diciéndoles que me sorprendió lo bien que lo pasé en el Hotel Riu y me sorprendió su cantidad de restaurantes.
Este hotel todo incluido se encuentra en Guanacaste. Estuve hospedado semanas atrás como parte de mis vacaciones y no está de más decirlo, pero esto no es un publirreportaje. Mi esposa y yo pagamos por todo.
Ellos tienen una cafetería, un bar, un gran restaurante tipo bufé que sirve desayunos y cenas, un restaurante muy cerca de la playa, uno de cocina japonesa y uno más que describiría como tipo fusión. Los probé todos.
Cocinar para cientos de huéspedes, los que casi siempre quieren comer a una hora muy similar, debe ser una tarea titánica. Se debe preparar mucha comida y eso suele ser un problema.
Si en la cocina no se preparan bien, podrían ser los responsables de que algunos comensales no encuentren lo que buscan para comer. Si preparan de más, será comida que se desperdicie, genera pérdidas para el hotel y eso tampoco es lo ideal.
En mi visita me quedó claro que para hablar de la oferta gastronómica del lugar hay que hacerlo dividiendo por una parte los restaurantes tipo bufé y, por otra parte, los restaurantes que ellos llaman de especialidad.
Bufé
Dejando de lado el hecho de que algunos huéspedes se sirven como si tuvieran que buscar el retorno de su inversión a punta de comida, debo decir que los dos restaurantes de este estilo me parecieron amplios, con muchas opciones gastronómicas, con mucho personal para atender a los clientes y, salvo una mañana para el desayuno, hay que esperar poco o casi nada por una mesa.
Me gustó que en un solo lugar encontraba, para el almuerzo por ejemplo, sushi, paella, carne a la parrilla, pastas, pollo y un sinfín de ensaladas.
Pero eso contrasta con que la carne de res a la parrilla estaba muy cocida y todos sabemos que así no es tan buena como término medio. También me encontré con una paella de mariscos que además de estar fría, tenía mucho líquido y estoy casi seguro de que el arroz que usaban era regular, no el que se requiere para este plato español.
Por su parte, en la cena en el restaurante llamado Arenal, la historia se repetía. Por un lado, un bufé enorme, con opciones para casi todos los gustos. Desde un pavo asado, pasando por carnes de res, cerdo, pollo, arroces, pasta y un sinfín de ensaladas y postres.
Sin embargo, por otra parte, se repetía el patrón en algunas estaciones. Por ejemplo, el pavo estaba tan seco que era casi imposible comerlo, la paella era más de lo mismo que les conté antes. Las carnes iguales y más pan con lo mismo.
Yo esperaba más frescura, jugosidad, porque ¿para qué tanta variedad si al final no hay más remedio que dejar parte de la comida que uno se sirve porque no cumple las expectativas?
¿Qué hacer?
Difícil, porque estoy seguro de que ningún chef llega a su cocina y les dice “hoy vamos a preparar algo de lo que se decepcionen”, pero lo cierto es que hay platos de mi mesa y lo vi en otras mesas, que se quedaron con comida no porque el comensal no tuviese hambre, sino porque no cumplían con lo que se esperaba.
Uno podría pensar que tal vez se podría preparar menos variedad y más calidad. Pues sí, para mí eso sería mejor. Aunque estoy seguro de que sobrarían quienes opinarían que falta variedad. Es todo un dilema.
El restaurante de tipo italiano también era tipo bufé y debo decir que tenía una amplia oferta de entradas frías y calientes, que disfruté mucho. Sin embargo, en lo que debería ser su fuerte como los canelones, risotto o las pastas, les faltaba sazón; realmente no le hicieron justicia a un restaurante de un país con una gastronomía tan reconocida como Italia.
Agrego que ellos también tenían un menú a la carta; de ahí probamos un pescado que estaba mucho mejor. Parecía la alternativa correcta: Entradas y ensalada del bufé, plato fuerte del menú a la carta.
Restaurantes de Especialidad
Uno era japonés, el otro realmente no me quedó claro y del italiano ya les adelanté algo. Para empezar, hay que decir que está el molesto tema de que, si quiere comer en estos, tiene que ir a hacer fila antes de que abran, como en el comedor institucional del colegio.
Si logra encontrar campo, todo bien; de lo contrario, puede quedarse haciendo fila para una hora y media después o, con suerte, que lo pongan en una lista de espera.
El sistema de estos, estoy seguro que muchos de ustedes lo conocen, se basa en ofrecer una carta minimalista. Un bocadillo estándar para todos, luego a elegir entre dos entradas, dos platos fuertes y tres postres (uno de ellos, el timbal de frutas, se repite en todos los restaurantes), así que no hay mucho para elegir.
Importante explicar que aquí se siente más calidad y eso me hace preguntarme si se deberá a que las opciones son menos.
También me parece importante resaltar lo bueno. Mi esposa pidió un plato en el restaurante japonés y al llegar estaba más cocido de lo que ella lo pidió. Sin chistar y con mucha amabilidad el personal procedió a retirarlo y en poco tiempo estaba un nuevo plato con el término correcto.
Postres
Una observación y pregunta para ustedes que conocen mucho: ¿Verdad que los postres de hoteles, más si son todo incluido, son muy básicos y muchos de ellos no son competitivos si los pusiéramos a ser puntuados versus los de restaurantes del “mundo exterior”?
El postre que más disfruté fue una copa de helado con toppings. De nuevo, creo que se podría hacer menos pero mejor. No sé si es la calidad de los ingredientes, o técnica o tiempos de elaboración versus servicio, pero estoy seguro que ahí hay una importante oportunidad de mejora.
Personal
Hay una colaboradora del hotel, una afrodescendiente de nombre Mónica (si no me falla la memoria), que es el perfecto resumen de la calidad humana del lugar.
Daba gusto que ella lo recibiera a uno en el restaurante, se podía ver cómo en los momentos de más concurrencia no perdía la paciencia, le sonreía a todos de una manera que no había forma de no regresarle una sonrisa y estaba atenta a las necesidades de los que estábamos comiendo.
Así fue con el resto del personal, siempre un buenos días, siempre una sonrisa que no se sentía obligada y, al menos para mí, se nota que somos potencia mundial en atención al cliente.
Una mención especial para los encargados del bar de las piscinas. Ellos deberían ganar el doble, porque trabajan con un nivel de presión: Imaginen lo que es tener a decenas de personas deseosas de beberse todo el bar desde que abren hasta que cierran.
El hotel también tiene unas instalaciones muy lindas; la habitación donde nos hospedamos tenía además un balcón que permitía una hermosa vista e, incluso en esta, encontramos un minibar con agua, gaseosas, destilados y cervezas.
Conclusión
Quiero volver a este hotel y a otros más que sean todo incluido. Pero al Riu Palace me parece que una auditoría sin previo aviso no le caería mal. Que llegue un experto en cocina de la misma cadena, que nadie sepa quién es y pruebe todo, que revise cada oferta gastronómica que llegue a las mesas y luego proponga cambios.
Estoy seguro que podría llegar a la misma conclusión que yo: Ellos tienen una amplia oferta, ahora hay que asegurarse de subir el nivel de su calidad.
Desde luego, esta es solo una opinión y que yo lo diga no significa que tenga razón. Pero como comensal, creo que puedo compartir con todos ustedes mi experiencia.
Por cierto, tienen un restaurante de bocadillos 24/7. Terrible, un perro caliente es con suerte lo mejor. Entiendo que es como una especie de salva tandas, pero señores pueden hacerlo mejor en este lugar.