Antojos de Montaña: Un viaje entre platos y paisajes en Moravia

Ir a un restaurante nuevo es como jugar al gordo navideño a gallo tapado. En ocasiones me gusta ir a lo seguro, visitar un negocio conocido, pedir un plato que me gusta y salir contento. Otras veces me juego el todo por el todo, voy a un restaurante al que nunca he ido y del que nadie me ha hablado.

Fue así como llegué al restaurante Antojos de Montaña, en San Jerónimo de Moravia, sobre una ruta nacional que tiene uno de esos nombres hermosos de nuestra cultura popular: Calle Tornillal.

Es un restaurante que abre solo sábados y domingos, de 9 a. m. a 4 p. m., con un menú de desayunos y almuerzos, y para llegar se debe ir por calles que poco a poco se hacen más estrechas, y con cada cien metros que se avanza, se ven menos casas y más potreros y animales pastando.

Atípico

Un rótulo pintado sobre madera algo desgastada es lo que le dice a uno que llegó. La casa donde se estableció el lugar parece desde fuera cualquier cosa menos un restaurante, de color negro, con los marcos de las ventanas blancos.

Pero la verdadera sorpresa está cuando se pone un pie en su interior. Ahí conviven obras de arte con objetos de colección que hacen referencia a la vida del circo.

La atención es muy buena. Jean Sagot y su familia se encargan de que uno se sienta como un amigo de toda la vida. Este anfitrión es de los que logran que hasta las piedras hablen.

El menú también resulta una sorpresa. En todo el camino pensé que sería el tradicional restaurante de comida típica, donde los casados llevan nombres folclóricos y simpáticos, o los picadillos y la olla de carne son esos infaltables.

En el lugar te ofrecen desde chalupas y quesadillas hasta siete tipos de hamburguesas, desde dados de queso hasta tacos chinos, desde maduros con queso hasta salmón a la parrilla, o desde una empanada de frijol hasta waffles con helado y caramelo.

Entrada

Como siempre, y para compartir, mi esposa y yo pedimos unos dados de queso con salsa de chile dulce ¢2.500.

El plato lo conforman cuatro trozos generosos de queso frito y ligeramente tostado. La salsa es lo que le da un estilo especial, lo que hace que hasta alguien como yo, que no disfruta del chile dulce, quiera volver a probarlos.

Si se va con mucha hambre, puede ser una entrada individual, pero créame que es una excelente opción para compartir.

Platos fuertes

Primero, unos tacos de pastor, pero presentados en un combo: un plato con tres tacos de esta carne de cerdo con el adobo correspondiente, piña, culantro y cebolla.

Además, una sopa azteca con fajitas de tortilla y queso, y finalmente unos frijolitos molidos con totopos ¢6.000.

Tienen un muy buen sabor, carne bien adobada y esos acompañamientos son un plus que hacen que uno se sienta más que satisfecho, en especial si antes se comió unos dados de queso. Desde luego, no saben como los de la Taquería Orinoco en México, pero están buenos.

Adicionalmente, nos fijamos en el plato más caro, porque uno piensa que si es el más caro, debe ser el mejor o de los mejores. Este era el corte Porterhouse ¢9.000, y por este precio se podía pedir con dos guarniciones.

Primero, unas papas fritas en gajos para que el gordito que vive en mí disfrutara, y para aplicar eso de pecar y rezar para empatar, pedí unos espárragos.

La carne, desde luego, en término medio, y a esperar que llegara a la mesa.

Las papas, muy ricas. Los espárragos no quedaron crocantes como esperaba, pero todo bien. Sin embargo, el corte de res tuvo un pequeño fallo: llegó bien cocido.

Cuando se lo hice saber al anfitrión, de inmediato ofreció cambiarlo, seguido de una amplia disculpa por sacarlo en el término inadecuado.

Les soy sincero, les dije que no, pero solo porque estaba muy satisfecho para ese momento, y no me gusta que se desperdicie la comida. En el lugar insistieron en servir un nuevo corte, pero no era mentira: estaba bien lleno por lo que comí antes.

Al final se encargaron de compensarnos y hasta nos invitaron a volver por cuenta de la casa.

No dudo que la carne está buena, así que regresaré y le meteré el diente a ese porterhouse.

Ir un fin de semana hasta Antojos de Montaña es un paseo, es una salida de esas de domingo donde luego uno quiere parar a hacerle una foto a las vaquitas, a las cabras o a las montañas.

Si quiere ir a desayunar o almorzar, recuerde que solo abren sábados y domingos. Pueden llamarlos o escribirles al teléfono 8853-7483. En Facebook los encuentran como Antojos de Montaña y en Instagram como antojosdemontana_cr.

Como siempre les digo en un afán de transparencia, esta no es una reseña pagada o una colaboración. Sin embargo, sin saberlo antes de ir, confieso que conocía personalmente a Jean Sagot por una faceta muy distinta, cuando él estaba de lleno en las artes escénicas y circenses y yo era periodista del periódico La Nación.